josé alejandro dulanto santini

sábado, 18 de julio de 2009

JUAN CARLOS GUERRERO Y SU RAPSODIA CAÑETANA., LUIS QUISPE CAMA Y SU LATEO POR LA HISTORIA.

Resulta impresionante el boom literario que en los últimos años se ha desatado en nuestro querido Cañete. Es casi ya una costumbre asistir periódicamente a la presentación de libros de autores que se han acunado en esta comarca. Dos de esos autores son a los que quiero referirme en estas páginas que tan gentilmente me han cedido en “Al Día Con Matices”. Juan Carlos Guerrero, joven san vicentino que nos ha entregado recientemente una nueva criatura titulada “Rapsodia vagabunda”, novela que por el estilo se inserta en las llamadas novelas históricas, ya que el desarrollo se da en el escenario que marcó el fin del gobierno de Fujimori y los primeros años de Valentín Paniagua. A pesar de ello, de ser ese el escenario central de la novela de Juan Carlos, debe resaltarse sin embargo que la misma escapa de la temporalidad para convertirse en una obra sin tiempo y sin espacio, casi como usando de dos de las cualidades que Dios ha concedido al ser humano. Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Al ser imagen suya tenemos alma y cuerpo como Él, algo que nos hace superiores a los ángeles y a los animales, pues los ángeles sólo tienen alma y los animales solo tienen cuerpo. Nosotros tenemos los dos. He ahí nuestra imagen de Dios. Mas también somos semejantes a nuestro Creador pues gozamos de casi todos sus atributos (solo se nos priva de la eternidad y la potencia divina). Dos de esos atributos son justamente la atemporalidad y el don de la ubicuidad. Y es que para Dios el tiempo no existe, de allí que puede estar en un mismo momento en el pasado, en el presente y en el futuro. Haga usted la prueba, muérase y verá como casi como un pestañeo ya ha resucitado y se ha decido su salvación, aunque eso que parece pestañeo sean en verdad miles de años. El espacio ídem, despojados de este cuerpo, tal como lo preconizaba Platón, podremos desplazarnos con amplia libertad por todos los confines del Universo. Y eso no es pura cuestión metafísica, religiosa o filosófica. No mi amigo. De eso estaba seguro el mismísimo Albert Einsten en su teoría de la relatividad y nuestro compatriota Víctor Raúl Haya de la Torre en su espacio tiempo histórico. Y eso lo sabe también Juan Carlos Guerrero, por eso en su “Rapsodia vagabunda” sus personajes deambulan en diversos espacios y en diversos tiempos, aunque guardando la coherencia propia de los genios de la pluma, acercándose a ese real maravilloso de Gabriel García Márquez. Como consecuencia de ello vemos a Juan Carlos recreándonos el pasado, presente y futuro de la política y la literatura peruana, ensañándose con Alejandro Toledo y con Alan García, solazándose con sus debilidades y con sus apremios para gobernar. Dando nombres simbólicos a conocidos personajes del periodismo político nacional, personajes esclavizados por una prebenda monetaria. Emociona percibir la existencia de un Evaristo de la Puente (¿acaso Juan De La Puente?). Describiendo a un entrañable amigo suyo, el Dorgus (C’est Iván?), y describiendo en toda su dimensión humana a nuestro querido Enrique Verástegui (el famoso poeta que se soplaba solo una fuente entera de chifa y que reclama su vino tinto a quien quiera conversar con él). También pidiendo cervezas. “La tarde está chelera”. No podía dejar de mencionar, obvio, a Mario Vargas Llosa, quien interactúa en su novela junto a Tipo Galván, el héroe de la película, su personaje epónimo, de quien sospecho es el mismo Juan Carlos Guerrero. Tipo Galván, poeta misio y seductor, esclaviza con sus versos y su mirada a cuanta fémina se le cruza en la vida, suerte de principiante con cada una de ellas. Algo concupiscente Guerrero al narrar los encuentros sexuales, en especial de M. Kramer. ¡Que tal gringa! Se levantó hasta al Lucero del Alba, y claro también se levantó a Tipo Galván. Pobres hombres que caen en las garras de esa ninfómana, la cual los desecha con facilidad luego de tirárselos, perdón, de usarlos como objeto sexual. Ja, ja, ja, menos mal que no estoy en su novela, yo no soy fácil y no caería en los pechos y caderas de esa promiscua. Y con M. Kramer entran en su obra otros personajes internacionales, intentando hacer de su novela una novela total, desgajando la historia de Espartaco, recorriendo España y Holanda. Hasta escribe frases en holandés mi querido Juan Carlos. Y algo que le reclamé hace mucho tiempo. “Juan Carlos en tu novela falta Cañete”. Y bueno pues, ya no falta, “Rapsodia vagabunda” se desarrolla en gran parte es San Vicente de Cañete (de una pequeña ciudad a ciento cincuenta kilómetros al sur de Lima), citando también a Cerro Azul y Lunahuaná. Eso me gusta, me gusta la novela, me gusta ese final que no es final pues deja abierta la posibilidad de que Tipo Galván regrese con su mujer provinciana luego de ser choteado olímpicamente por M. Kramer. Ojo, no es la primera vez que Juan Carlos Guerrero usa a Tipo Galván, primero lo hizo con “Un lateo por el Cuzco” inserto en un libro de cuentos suyo. Esperaremos una tercera entrega con ese personaje, pero por favor Juan Carlos, cumple tu palabra, no me incluyas a mí en tus historias. Yo si te enjuiciaría, pero no por daño moral sino para que compartas conmigo las regalías, como lo ha hecho en otra oportunidad mi querido amigo Luis Quispe Cama. Ejem, déjenme aclarar, Luis Quispe Cama compartió conmigo sus regalías pero en la forma monetaria que más nos gusta a los cañetanos, el pisco, pues cada vez que Luis Quispe Cama presenta un libro termina obsequiándonos con ese deliciosos licor de uva. “Eau de vie”, como dicen los franceses. Ya en dos oportunidades lo ha hecho, cuando presentó sus libros “Carocha” y “Grata Flor de María”. Por eso ahora me quiere hacer trabajar. Ya creo escuchar sus razones: “ese Pepe Dul no volverá a tomar gratis de mi pisco, si quiere chupar pues que trabaje”. Por eso me ha enviado la heurística de su próxima obra para que yo le de algunas sugerencias. “Encantado Lucho, no faltaba más”. La obra que trabaja Luis Quispe Cama desarrolla como aporética los sucesos ocurridos en Cañete durante la ocupación chilena, allá por el año 1882. Con una destreza digna de mi maestro y guía Luciano Correa Pereira (mi pariente por si acaso, pues ambos descendemos de un esclavo negro brasilero que desde un barco se lanzó al mar frente a la bella Boca del Río y allí, en la Superba de Cañete dejó su semilla), escarba en los recovecos de la historiografía y nos muestra las rebeliones ocurridas en Chincha Alta, en Tambo de Mora, en Pisco y en Ica (¡oh de cuantas iqueñas me he enamorado en mi vida), y por supuesto de Cañete. Esa guerrilla montonera de Andrés Avelino Cáceres que en Cañete mostró al mundo que aquí también se forjan héroes además de José Buenaventura Sepúlveda (mi homenaje a Denis Zegarra, gran director de ese centro educativo, recientemente fallecido). No les voy a decir quienes fueron los héroes porque sino le quitaría la emoción a la novela de Lucho Quispe. Si quieren enterarse compren la novela. Atisbo que don Luis sistematizará su novela con partes románticas, como es su estilo, y eso me parece bien porque imaginación tiene. Sólo le pediría, además de ello que hurgue un poco más sobre la historia de los coolíes y los italianos en Cañete. No todos fueron traidores. Hubo chinos que no se unieron a los chilenos, hubo italianos que no se doblegaron ante los mapuches. “Hala Lucho y espero pronto estar en la presentación de esa novela para agarrarnos a botellazos de pisco”. Felicitaciones a los organizadores de “En los extramuros del mundo” festival literario y plástico que hace poco se desarrolló en Imperial. Vale. Y una sugerencia para los chicos del Centro Cultural y Musical Cañete, que en el mes de junio celebraron por todo lo grande su aniversario con encuentro de centros musicales en la Plaza de Armas de San Vicente (felicitaciones Miguelito Fernández por la tenacidad que pusiste al organizarla). MI sugerencia, y me comprometo a trabajar en ello, desarrollar dentro de nuestra institución un capítulo sobre literatura cañetana, tal como lo añora Emilio Viccina Bisso. La música cañetana es linda, pero también lo son sus libros. Gracias a Wilfredo Caiyahua por permitirme escribir estas líneas. Y ya saben lean, porque el que lee habla y escribe lo que le da la gana. Ya seguiremos “Caminando por Cañete”.

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