josé alejandro dulanto santini

jueves, 30 de julio de 2009

PARA MI JOSÉ RAFAEL

Venga mi hijo
venga que quiero darle mi herencia...
anticipada.

Verás retoño
que lo más importante en la vida es
aprovechar el tiempo.

¿Sabes todo
lo que tenemos por aprender en
este mundo?

Muchas cosas,
de todas las materias, artes
y otras.

Mas nuestro
peregrinaje en la Tierra es
tan corto.

Por eso,
mi Rey, es necesario que todos
los días
lleves a tu inteligencia cosas nuevas,
las cuales las aprenderás,
si, como no, en la computadora,
pero principalmente en los libros.

En todos aquellos libros que tu padre ha comprado
y que son tuyos,
también, ¿porqué no? en las revistas de Pato Donald
que para ti he juntado,
lee con avidez, lee todos los días,
fanatízate con la lectura.

Que sea tu vicio,
que sea tu pasión,
que sea lo que te una
a mi corazón.

Si haces así
lograrás seis cosas:
- desarrollar tu coeficiente intelectual,
- tener un gran acervo cultural,
- escribir con bastante facilidad,
- aprender idiomas con naturalidad,
- hablar libremente sin usar papel, y
- tener paciencia en esta Torre de Babel.
Pero como los libros y revistas que te dejo
no son todos los que se han escrito en este mundo,
deberás seguir adquiriéndolos del modo que puedas.

Se un sinvergüenza en conseguir textos
que ellos son para quien quiere leerlos,
no para el que pueda comprarlos;
limítate sólo a no robar la autoría
de quienes han escrito lo que tu no.

Debes tener en ello honestidad intelectual
y alegrarte de lo que otros escriban,
y escribe tu también,
tu que desde niño ya escribes cuentos y raps.

Desarrolla también tu capacidad oratoria,
que desde niño ya tienes.


¿Te acuerdas de tu discurso por el día del niño?
¡sin papel!
¡ese es mi hijo!


Aprende todos los días algo nuevo
así como todas las mañanas ahorra aunque sea
un céntimo, centavo o maravedí.


El día que sientas
que no has aprendido nada,
antes de tus oraciones de la noche
coge un diccionario de cualquier idioma
y aprehende una palabra nueva.


Quiero que esto sea una cadena,
y transcribas este mensaje
también a tus hijos,
y ellos a los suyos,
y así sucesivamente
que ellos serán también mis hijos.


Cuando nos vayamos de la Tierra
Dios nos hará conocer
las cosas que aquí no podemos,
¡oh, eso será tan maravilloso!


Mientras tanto
nunca olvides este consejo,
pues la lectura nos acerca al Creador,
aún aquellas escabrosas
pues como dijo cierto autor
no hay libro malo
cuando el alma está limpia.

Hubo también alguien
que escribió hace tiempo
que quien ama a Dios
puede hacer lo que le da la gana.

Pues yo te digo a ti
mi Papito Cotito
¡lee...y habla lo que quieras!

Tu padre,

José Alejandro.

domingo, 26 de julio de 2009

EL NIÑO COJITO
(1976)
Para el Gugo

Este era un niño cojito
que andaba en un burrito
no lo hagan caminar
se nos puede resbalar.

Era gracioso y chiquito
rubio y muy traviesito
sólo lo voy a cargar
para poderlo besar.

Burrito por aquí
burrito por acá
pollino tan bonito
corre en libertad.

sábado, 25 de julio de 2009

LIDIA & SOFÍA
(16.09.2006)

¡ José, agáchate
y has caravanas a esa persona
pues es muy importante!

(La gente ilustre es una mentira
cuando se las pone en la balanza
todos juntos pesan menos que
un soplo. Salmos 61-10)

¿Qué cosa?, ja, ja, ja,
oiga usted, ello es imposible
pues ante los mortales
yo no me arrodillo,
salvo que sea mi madre,
o salvo que sea ante una mujer
antes de hacerle el amor.

Me arrodillo ante Lidia
¡que hermosa mujer!
bella cual orquídea
arrogante en su querer;
ante sus preciosos senos
frente a su talle de miel
que me arrastra sin freno
hacia el canela de su piel.

Postrado estoy frente a Sofía
desnuda, musa de cristal
arrobada mi alma con porfía
quiere ese ser celestial;
ansia, amor y ternura
no concupiscencia, sí adoración
dejo de lado la cordura
llego a ella con pasión.

Yo las adoro sin miedo
yo las adoro sin temor
yo las adoro porque quiero
antes de hacerles el amor.

sábado, 18 de julio de 2009

JUAN CARLOS GUERRERO Y SU RAPSODIA CAÑETANA., LUIS QUISPE CAMA Y SU LATEO POR LA HISTORIA.

Resulta impresionante el boom literario que en los últimos años se ha desatado en nuestro querido Cañete. Es casi ya una costumbre asistir periódicamente a la presentación de libros de autores que se han acunado en esta comarca. Dos de esos autores son a los que quiero referirme en estas páginas que tan gentilmente me han cedido en “Al Día Con Matices”. Juan Carlos Guerrero, joven san vicentino que nos ha entregado recientemente una nueva criatura titulada “Rapsodia vagabunda”, novela que por el estilo se inserta en las llamadas novelas históricas, ya que el desarrollo se da en el escenario que marcó el fin del gobierno de Fujimori y los primeros años de Valentín Paniagua. A pesar de ello, de ser ese el escenario central de la novela de Juan Carlos, debe resaltarse sin embargo que la misma escapa de la temporalidad para convertirse en una obra sin tiempo y sin espacio, casi como usando de dos de las cualidades que Dios ha concedido al ser humano. Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Al ser imagen suya tenemos alma y cuerpo como Él, algo que nos hace superiores a los ángeles y a los animales, pues los ángeles sólo tienen alma y los animales solo tienen cuerpo. Nosotros tenemos los dos. He ahí nuestra imagen de Dios. Mas también somos semejantes a nuestro Creador pues gozamos de casi todos sus atributos (solo se nos priva de la eternidad y la potencia divina). Dos de esos atributos son justamente la atemporalidad y el don de la ubicuidad. Y es que para Dios el tiempo no existe, de allí que puede estar en un mismo momento en el pasado, en el presente y en el futuro. Haga usted la prueba, muérase y verá como casi como un pestañeo ya ha resucitado y se ha decido su salvación, aunque eso que parece pestañeo sean en verdad miles de años. El espacio ídem, despojados de este cuerpo, tal como lo preconizaba Platón, podremos desplazarnos con amplia libertad por todos los confines del Universo. Y eso no es pura cuestión metafísica, religiosa o filosófica. No mi amigo. De eso estaba seguro el mismísimo Albert Einsten en su teoría de la relatividad y nuestro compatriota Víctor Raúl Haya de la Torre en su espacio tiempo histórico. Y eso lo sabe también Juan Carlos Guerrero, por eso en su “Rapsodia vagabunda” sus personajes deambulan en diversos espacios y en diversos tiempos, aunque guardando la coherencia propia de los genios de la pluma, acercándose a ese real maravilloso de Gabriel García Márquez. Como consecuencia de ello vemos a Juan Carlos recreándonos el pasado, presente y futuro de la política y la literatura peruana, ensañándose con Alejandro Toledo y con Alan García, solazándose con sus debilidades y con sus apremios para gobernar. Dando nombres simbólicos a conocidos personajes del periodismo político nacional, personajes esclavizados por una prebenda monetaria. Emociona percibir la existencia de un Evaristo de la Puente (¿acaso Juan De La Puente?). Describiendo a un entrañable amigo suyo, el Dorgus (C’est Iván?), y describiendo en toda su dimensión humana a nuestro querido Enrique Verástegui (el famoso poeta que se soplaba solo una fuente entera de chifa y que reclama su vino tinto a quien quiera conversar con él). También pidiendo cervezas. “La tarde está chelera”. No podía dejar de mencionar, obvio, a Mario Vargas Llosa, quien interactúa en su novela junto a Tipo Galván, el héroe de la película, su personaje epónimo, de quien sospecho es el mismo Juan Carlos Guerrero. Tipo Galván, poeta misio y seductor, esclaviza con sus versos y su mirada a cuanta fémina se le cruza en la vida, suerte de principiante con cada una de ellas. Algo concupiscente Guerrero al narrar los encuentros sexuales, en especial de M. Kramer. ¡Que tal gringa! Se levantó hasta al Lucero del Alba, y claro también se levantó a Tipo Galván. Pobres hombres que caen en las garras de esa ninfómana, la cual los desecha con facilidad luego de tirárselos, perdón, de usarlos como objeto sexual. Ja, ja, ja, menos mal que no estoy en su novela, yo no soy fácil y no caería en los pechos y caderas de esa promiscua. Y con M. Kramer entran en su obra otros personajes internacionales, intentando hacer de su novela una novela total, desgajando la historia de Espartaco, recorriendo España y Holanda. Hasta escribe frases en holandés mi querido Juan Carlos. Y algo que le reclamé hace mucho tiempo. “Juan Carlos en tu novela falta Cañete”. Y bueno pues, ya no falta, “Rapsodia vagabunda” se desarrolla en gran parte es San Vicente de Cañete (de una pequeña ciudad a ciento cincuenta kilómetros al sur de Lima), citando también a Cerro Azul y Lunahuaná. Eso me gusta, me gusta la novela, me gusta ese final que no es final pues deja abierta la posibilidad de que Tipo Galván regrese con su mujer provinciana luego de ser choteado olímpicamente por M. Kramer. Ojo, no es la primera vez que Juan Carlos Guerrero usa a Tipo Galván, primero lo hizo con “Un lateo por el Cuzco” inserto en un libro de cuentos suyo. Esperaremos una tercera entrega con ese personaje, pero por favor Juan Carlos, cumple tu palabra, no me incluyas a mí en tus historias. Yo si te enjuiciaría, pero no por daño moral sino para que compartas conmigo las regalías, como lo ha hecho en otra oportunidad mi querido amigo Luis Quispe Cama. Ejem, déjenme aclarar, Luis Quispe Cama compartió conmigo sus regalías pero en la forma monetaria que más nos gusta a los cañetanos, el pisco, pues cada vez que Luis Quispe Cama presenta un libro termina obsequiándonos con ese deliciosos licor de uva. “Eau de vie”, como dicen los franceses. Ya en dos oportunidades lo ha hecho, cuando presentó sus libros “Carocha” y “Grata Flor de María”. Por eso ahora me quiere hacer trabajar. Ya creo escuchar sus razones: “ese Pepe Dul no volverá a tomar gratis de mi pisco, si quiere chupar pues que trabaje”. Por eso me ha enviado la heurística de su próxima obra para que yo le de algunas sugerencias. “Encantado Lucho, no faltaba más”. La obra que trabaja Luis Quispe Cama desarrolla como aporética los sucesos ocurridos en Cañete durante la ocupación chilena, allá por el año 1882. Con una destreza digna de mi maestro y guía Luciano Correa Pereira (mi pariente por si acaso, pues ambos descendemos de un esclavo negro brasilero que desde un barco se lanzó al mar frente a la bella Boca del Río y allí, en la Superba de Cañete dejó su semilla), escarba en los recovecos de la historiografía y nos muestra las rebeliones ocurridas en Chincha Alta, en Tambo de Mora, en Pisco y en Ica (¡oh de cuantas iqueñas me he enamorado en mi vida), y por supuesto de Cañete. Esa guerrilla montonera de Andrés Avelino Cáceres que en Cañete mostró al mundo que aquí también se forjan héroes además de José Buenaventura Sepúlveda (mi homenaje a Denis Zegarra, gran director de ese centro educativo, recientemente fallecido). No les voy a decir quienes fueron los héroes porque sino le quitaría la emoción a la novela de Lucho Quispe. Si quieren enterarse compren la novela. Atisbo que don Luis sistematizará su novela con partes románticas, como es su estilo, y eso me parece bien porque imaginación tiene. Sólo le pediría, además de ello que hurgue un poco más sobre la historia de los coolíes y los italianos en Cañete. No todos fueron traidores. Hubo chinos que no se unieron a los chilenos, hubo italianos que no se doblegaron ante los mapuches. “Hala Lucho y espero pronto estar en la presentación de esa novela para agarrarnos a botellazos de pisco”. Felicitaciones a los organizadores de “En los extramuros del mundo” festival literario y plástico que hace poco se desarrolló en Imperial. Vale. Y una sugerencia para los chicos del Centro Cultural y Musical Cañete, que en el mes de junio celebraron por todo lo grande su aniversario con encuentro de centros musicales en la Plaza de Armas de San Vicente (felicitaciones Miguelito Fernández por la tenacidad que pusiste al organizarla). MI sugerencia, y me comprometo a trabajar en ello, desarrollar dentro de nuestra institución un capítulo sobre literatura cañetana, tal como lo añora Emilio Viccina Bisso. La música cañetana es linda, pero también lo son sus libros. Gracias a Wilfredo Caiyahua por permitirme escribir estas líneas. Y ya saben lean, porque el que lee habla y escribe lo que le da la gana. Ya seguiremos “Caminando por Cañete”.

miércoles, 8 de julio de 2009

BLAKER

Cerro Azul, San Luis y San Vicente de Cañete son tres ciudades cosmopolitas en el sentido estricto de la palabra. Es que son lugares donde usted encuentra una mezcolanza de razas y culturas típica de los pueblos que han vivido una historia llena de inmigrantes, esclavos, piratas, traficantes y otros, los cuales unidos al elemento autóctono nos hacen recordar escenas de películas de Sandokán o Taipan. En efecto, en Cañete hay de todo. A los autóctonos paisanos del aguerrido Chuquimancu se les unieron por conquista los quechuas y algunos mitimaes del Imperio del Tahuantinsuyo. Luego el elemento español con los negros. Posteriormente, ya en la República, llegaron los chinos coolíes y los polinesios a reemplazar a los africanos. También inmigraron italianos, y, a fines del siglo XIX los japoneses. Por ello es común encontrar en Cañete un crisol de razas. Prácticamente no falta sino la etnia aceitunada o hindú para tener a toda la raza humana representada en esta comarca. Se acoplaron rápidamente y a la postre han resultado con una sola convicción… ser cañetanos, actuando en las diversas actividades que se han desarrollado en nuestra tierra. Por ejemplo, una de las familias japonesas más representativas de San Vicente de Cañete fueron los Shimabukuro. Con dos de ellos estudié en el Colegio Alfonso Ugarte entre los años 1967 y 1972. Sus nombres, Miguel y Ernesto. Miguel tenía atisbos de poeta. Recuerdo que en una revista hecha a punta de stensil por nuestra maestra María Salazar Ramos, llamada “Lírica Ugartina”, Miguel Shimabukuro, entonces en cuarto año de primaria, publicó un poema “A Alfonso Ugarte” que se expresaba:
A Alfonso Ugarte, héroe inmortal
tú moriste en Arica
defendiendo la Bandera
con valentía y con afán.
.-.
Pero tú no has muerto
porque nosotros te recordamos
con cariño y veneración
y en este día glorioso,
te ofrezco mi corazón.

En cuanto a Ernesto, éste era más bien travieso, aunque sin llegar a la fama de los Chinos Lock. La familia Shimabukuro tenía por esos años un restaurante en la calle San Agustín, la calle más antigua de San Vicente, y que era entonces el emporio comercial de la ciudad. La fonda, de nombre Restaurante Central, era muy concurrida, quizás por la especial sazón que la mamá de Miguel y Ernesto ponía al cocinar. Allí se alimentaban todos los campesinos que llegaban a la urbe, y todos los comerciantes de la ciudad, pero también algunas familias citadinas que no habían tenido tiempo de cocinar por una u otra razón. Los ingresos de los Shimabukuro eran pues muy grandes, ya que la clientela pagaba puntualmente sus pedidos. Sin embargo tenían también la generosidad de alimentar gratuitamente a personajes indigentes pero queridos de Cañete como los negros Angelito Cueto y Blaker. Angelito Cueto era el negro mimado de San Vicente por ser muy servicial y participar como integrante ad honoren de la Banda de San Luis, cuando ésta acompañaba en noviembre a la Procesión del Señor de los Milagros. Con sus dos palitos iba marcando el compás, mientras que de su garganta brotaba el recordado “toto chín, tototototototochin, chin chin”. Era todo un espectáculo verlo y por eso se le recuerda con cariño. Angelito Cueto terminaba sus faenas diarias muy cansado, y a veces se quedaba dormido a las diez de la noche en la Plaza de Armas, cuando se suponía que ya todo en la ciudad era sosiego y tranquilidad, salvo la vez en que los Chinos Lock colocaron un cuete debajo de la banca en que estaba descansando, cuete que al explosionar hizo que el negro Angelito saltara por los aires. Los chinos Lock rieron a mandíbula batiente con esta travesura, mientras que el pobre Angelito temblaba de ira. Pero Angelito Cueto se vengó de ellos tiempo más tarde, cuando un día Raúl no quería ir al colegio y su padre Máximo contrató a Angelito para que lo amarrara a su carretilla y así amarrado lo llevara al Alfonso Ugarte. El otro negro, Blaker, al contrario, era un negro loco de San Luis que solía escaparse de su pueblo para recalar a San Vicente donde buscaba a Angelito. El par de negros continuamente se peleaba, pero por lo demás eran pacíficos. Salvo excepciones. Blaker, junto con Angelito eran comensales asiduos, honoríficos y gratuitos del Restaurante Central. La mamá de Ernesto Y Miguel no era mezquina y no paraba mientes en atenderlos sin costo alguno. Eso sí, debían esperar a que el establecimiento no estuviese copado de comensales. Esto lo entendían los dos negros y mientras esperaban que se desocupara el comedor mataban el tiempo conversando con el Che Coco en el puesto de revistas y periódicos que éste tenía allí cerca. Pero un día que no estaba Angelito Cueto su compañero Blaker se desesperó. Sintió una súbita angustia, la misma que le abrió el apetito, y sin esperar a que sea la hora se dirigió al Restaurante de los Shimabukuro a pedir su comida. Armó todo un escándalo, lo cual alarmó a los dueños del local y a los parroquianos. Demás estuvo que se le pidiera que esperara a que se desocupe el restaurante. Blaker no entendía razones. El tenía hambre y quería comer, entonces tenían que darle de comer. Así de simple era su razocinio, su requerimiento natural que no se permitía otro tipo de reflexiones. A la sazón se encontraba en el restaurante el teniente Lira, un joven oficial de la Guardia Civil, quien al ver tanto bolondrón se acercó a Blaker y le increpó por el escándalo. El negro, que tenía una corpulencia tipo King Kong, con un solo manotazo lanzó al teniente Lira a tres metros de distancia, cayendo éste de una manera poco digna para quien vestía tan glorioso uniforme. Avergonzado, el oficial se alejó raudo del restaurante y se dirigió al puesto de la Guardia Civil, lugar en donde encontró al sargento García que dormía la siesta. “¡Sargento García!”, bramó. “Si mi Teniente”, se apersonó aquél. “Vaya usted al restaurante de los Shimabukuro y me trae de las mechas a un negro borracho que está por allí cabiendo escándalo”, ordenó. Ni corto ni perezoso García enrumbó hacia el restaurante central en busca de “ese negro borracho” que no lo dejaba dormir la siesta. Pero al único que encontró fue a Blaker, el cual continuaba armando laberinto en el restaurante. “Ay Blaker”, pensó García quien conocía la debilidad mental del moreno, “así que tu eres el negro borracho”. Con mucho tino se acercó al susodicho y con suavidad le dijo: “Blaker, ¿quieres hacerme un trabajo?”, “sí sargento” espetó el requerido. “Mira en la comisaría hay un cuarto que está sucio, anda a barrerlo y yo te pagaré por ello”. Hecho el trato García regresó al puesto, dejando muy atrás a Blaker. Al llegar a la Comisaría el Teniente Lira le reclamó a García: “oiga usted ¿donde está el negro borracho?”. “Ya viene mi teniente”, fue la contestación que recibió. “Como que ya viene, usted es un cobarde que no ha querido traerlo por miedo”, gritó el oficial, cuando en verdad el cobarde había sido él. Al escuchar los gritos se acercó el Comisario, el cual inquiriendo se aprestó a sancionar a García, cuando en eso apareció el negro Blaker diciendo “Sargento, vengo a limpiar el cuarto”. Al ver a Blaker el Comisario, que conocía a Blaker, se mató de risa, y al tiempo que felicitaba a García por su ingenio, amonestó al Teniente Lira pues era evidente que éste había actuado de manera pusilánime. Vale más la inteligencia que la violencia, señores gobernantes. En Bagua se necesitaron muchos sargentos García, no presidentes García.